Mark A. Kellner, Adventist Review
Aunque Taiwán es un país visto por muchos como un centro de prosperidad (la isla es sede central de multinacionales como ASUS, Acer y Eva Air, entre otras), hay zonas de pobreza, sufrimiento y situaciones desventajosas que aguardan el toque de compasión que una mano cristiana puede dar.
Jane Lin tiene un par de ese tipo de manos.
Lin es directora ejecutiva de la Fundación Adventista de Taiwán, una organización registrada que opera en la isla para ayudar a los menos favorecidos, incluidos los granjeros indígenas que a menudo son explotados por las grandes firmas agrarias que adquieren sus productos; los estudiantes de escuelas primarias con menos de 28 estudiantes, y los pobres del país, cuyos hogares suelen estar en pésimas condiciones.
“Nuestra visión es motivar y capacitar a la sociedad de Taiwán para que disfrute de una vida más saludable”, dijo Lin, recitando el credo del grupo. Esto se lleva a cabo mediante proyectos de auspicio que buscan ayudar a los necesitados.
“Dios nos ha bendecido mucho”, dijo Lin al recordar su primer año en la fundación.
Para los granjeros, significa ayudarlos a llegar directamente a los consumidores en mercados al aire libre, y animándolos a cultivar productos orgánicos. Esto “crea otro mercado” para los granjeros que, dice ella, a menudo son “explotados” cuando venden sus productos a las grandes corporaciones.
“Si los granjeros reciben una mejor paga” por sus cultivos, dijo, “esto implica un mejor estándar de vida”. Lin dijo que el grupo también está ayudando a que los granjeros coloquen fotografías de sus cultivos en Pinterest, la red social de Internet, para ayudarlos a crear la demanda para sus productos.
Aunque el sistema educativo de Taiwán está muy bien catalogado, algunos estudiantes, como en otras partes del mundo (inclusive en los Estados Unidos), tienen menos recursos que en las escuelas más grandes. Para ayudarlos, la Fundación Adventista de Taiwán les reparte un “Juego para hacer manualidades” formado por diversas piezas de lana de colores. Estos pueden ser transformados en pequeños posavasos, lo que permite que los estudiantes hagan algo con sus manos y participen de una manualidad distinta.
“Si a los niños les gusta usar las manos para crear algo”, explicó Lin, “usarán sus manos para ayudar a otros cuando sean más grandes”.
Y para los que pobres del país, la Fundación Adventista de Taiwán usa el trabajo voluntario para ayudar a limpiar, reparar y hasta reconstruir las viviendas donde haga falta.
“Nadie los ayuda, y a nadie le interesa”, dijo Lin al referirse a estos necesitados. Otras organizaciones benéficas están comenzando a recurrir a la Fundación Adventista de Taiwán, pidiéndoles que ayuden a familias necesitados.
En ocasiones, dijo Lin, todo lo que hace falta es limpiar la casa y dar instrucciones sobre cómo llevar adelante una casa, algo que pueden haber descuidado. “El objetivo es ayudar a que los hogares tengan las funciones básicas, y que sean seguras y limpias”, dijo.
Gran parte de la financiación de la Función Adventista de Taiwán proviene de la División de Asia Pacífico Norte. La junta del grupo está presidida por Stanley Wai Chun Ng, asistente del presidente de la División de Asia Pacífico Norte para asuntos de China. Pero el grupo acepta donaciones adicionales, y espera llegar a alcanzar el sostén propio, dijo Lin, y afirmó que pronto esperan tener la posibilidad de aceptar donaciones por tarjeta de crédito. Si desea más información sobre el grupo, visite www.twaf.org.tw.
Tomado de NNA.
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