Elizabeth Lechleitner/ANN
En una réplica del salón de reuniones donde Elena White, la pionera y profetisa de la Iglesia Adventista del Séptimo habló en cierta ocasión durante diez horas sobre el Gran Conflicto, los líderes de la iglesia mundial se reunieron en el día de ayer para conmemorar el 150° aniversario de la iglesia.
El Segundo Salón de Reuniones está ubicado en el campus de la Aldea Histórica Adventista en Battle Creek, el lugar de nacimiento de la Iglesia Adventista y el sitio del Concilio de Primavera de este año, una reunión administrativa bianual de la Junta Directiva de la iglesia, que es su principal organismo de gobierno.
Los delegados recibieron un curso acelerado sobre historia adventista, en el que también se mencionaron algunos de los eventos más desconocidos de la formación temprana de la denominación, un sólido énfasis en aprender las lecciones del pasado y, por sobre todo, un llamado a rencender el entusiasmo que tenían los primeros adventistas por la segunda venida de Cristo.
“Jamás tenemos que perder el sentido de que falta poco [para la segunda venida de Cristo]”, dijo el historiador adventista Jim Nix a los delegados. “Esto es lo que los pioneros creían fervientemente”.
Nix, que dirige el Patrimonio White, exploró durante una presentación matutina las raíces tempranas de la iglesia en Battle Creek. Cuando el pionero de la iglesia José Bates llegó por primera vez a ese pueblo rural de Míchigan, dijo Nix, preguntó al director de la oficina de correos local por “el hombre más honesto del pueblo”, con la esperanza de que ese hombre se mostrara abierto al emergente mensaje adventista. Ese hombre era David “Penny” Hewitt, un vendedor ambulante tan honesto que cuando sin querer cobraba un centavo de más a un cliente, se sentía obligado a arreglar las cosas inmediatamente, dijo Nix.
Después de que un “culto matutino” a cargo de Bates se extendiera hasta la noche, Hewitt y su esposa Olive se convencieron del sábado como día de reposo y de la doctrina del santuario y llegaron a ser los primeros adventistas de Battle Creek. En 1860, David habría de sugerir el nombre “adventista del séptimo día” para la denominación, tres años antes de que estableciera en forma oficial.
Los delegados también aprendieron sobre lo que el historiador adventista Merlin Burt denomina “los desvíos espirituales de los líderes” durante la formación temprana de la iglesia.
“La Biblia no oculta las debilidades de las personas de fe; por ello, no deberíamos contar una historia incompleta de nuestros pioneros”, dijo.
Burt, que dirige el Centro de Investigación Adventista de la Universidad Andrews en la cercana Berrien Springs (Míchigan), aprovechó la oportunidad para defender la reputación de un hombre que muchos adventistas han visto con luz desfavorable por considerarlo un legalista.
Ese hombre, George Ide Butler, se vio enredado en un acalorado debate con otros líderes adventistas tempranos en relación con la doctrina de la justificación por la fe. Butler rechazó esa idea, aduciendo que aflojaba las riendas de la ley de Dios.
Para 1888, la salud de Butler estaba muy deteriorada. Había sido “empujado” hacia el liderazgo de la Asociación de Ohio después de que dos disidentes, Snook and Brinkerhoff, cuestionarion la autoridad profética de Elena White e inesperadamente abandonaron la iglesia, dijo Nix. Más tarde, Butler sería durante dos períodos presidente de la Iglesia Adventista.
Butler se jubiló y fue a vivir en una granja de cítricos en Florida, donde cuidó de los naranjos y de su esposa Lentha, que había sufrido un accidente cerebrovascular debilitante. Años después, en una carta, Butler dijo que ese ambiente le dio amplias “oportunidades para reflexionar”, y que admitió que sus errores eran “múltiples”. Ya suavizado por la apacible reflexión, Butler aceptó plenamente la doctrina de la justificación por la fe y regresó a la administración de la iglesia, siendo mentor de A. G. Daniels y de otros jóvenes miembros.
Burt, que afirmó que esta historia es “redentora”, instó a los delegados para que apliquen esas lecciones a su propio liderazgo.
“Aunque Dios obra y nos transforma, nuestras limitaciones siguen presentes”, dijo Burt. “Es de esperar, sin embargo, que cuando dependemos de Dios, podemos ser más humildes en nuestras opiniones, más comprensivos hacia los demás, menos críticos, y tratar de comprender y cuidar de los demás. Cuando nos volvemos conscientes de la misericordia de Dios, esto nos hace más misericordiosos también a nosotros y podemos ser líderes más efectivos”.
Durante el receso de mediodía, los delegados fueron testigos de la colocación de la piedra fundamental en dos nuevos edificios del campus de la Aldea Histórica Adventista: las réplicas de la primera casa editora de la iglesia y del primer instituto de reforma pro salud allí en Battle Creek.
Ted N. C. Wilson, presidente de la Iglesia Adventista mundial, flanqueado por los presidentes de las trece divisiones mundiales de la iglesia, levantaron palas azules en el aire para la foto, en amplio contraste con la llovizna gris que oscurecía el lugar.
“Ojalá que este sea un recordatorio de la importancia de transferir la verdad por medio de la palabra hablada y escrita”, dijo Wilson, al referirse a la futura casa publicadora.
Durante una presentación en la tarde, Delbert Baker, vicepresidente de la Iglesia Adventista mundial exploró la manera en que el método misionero de la iglesia la puso a la vanguardia de la defensa de la igualdad.
Los primeros adventistas, dijo Baker, tuvieron que enfrentar la esclavitud, la igualdad y otros “temas determinantes” de mediados del siglo XIX. La iglesia fue establecida oficialmente dos años antes del fin de la Guerra Civil, que enfrentó los estados del norte con los del sur de los Estados Unidos en una sangrienta batalla sobre la esclavitud, los derechos de los estados y la preservación de la nación.
Elena White aconsejó a primeros adventistas para que permitieran que los “principios bíblicos intemporales” orientaran su enfoque de las relaciones raciales. Al usar Lucas capítulo 4 en lo que Baker llama un “modelo misionero”, los adventistas fueron muy claros al expresar la creencia de que la Biblia llamaba a ministrar a todas las personas y hacía un llamado a los cristianos para que “liberaran a los prisioneros”.
En efecto, dijo Baker, los primeros adventistas eran un grupo diverso, bien representado por sexo, edad y etnia. Un ex esclavo llamado Charles Kinney llegó a ser el primer pastor de color de la iglesia. La misionera Anna Knight fue la primera mujer de color en hacer obra misionera en la India.
El progreso, sin embargo, “no fue accidental” o, en ocasiones, “fácil”, recordó Baker a los delegados. A menudo requirió “empujar a los miembros” y la “confrontación de Elena White”.
Los primeros adventistas también discutían si organizarse formalmente como iglesia, un tema que analizó Barry Oliver, presidente de la Iglesia Adventista en la División del Pacífico Sur. Los primeros pioneros como Jaime White eran fervientes en sus llamados para “salir de Babilonia”, lo que en un primer momento de interpretó que significaba dejar las religiones organizadas y regresar a la simpleza del evangelio.
Sin embargo, el colapso financiero y la necesidad urgente de financiar la obra misionera llevó a la Iglesia Adventista a abrazar la organización formal.
“El desarrollo de la misión dio un claro impulso a la idea de organización”, dijo Oliver, añadiendo que primeros líderes tenían en claro en advertir que “cuando al estructura inhibía la misión, había que cambiarla”.
La organización formal llevó a un crecimiento marcado de la iglesia en todo el mundo. Cuando se estableció oficialmente la denominación en 1863, había 3 500 adventistas, Para comienzos del siglo XX, los miembros sumaban 75 mil en América, Europa, el Pacífico Sur y otros así llamados “campos misioneros”.
Durante un segmento de preguntas y respuestas, un delegado le preguntó a Oliver si temía que la tensión actual entre la sede central de la iglesia y las regiones locales pueda perjudicar la unidad de la iglesia. Algunas unidades administrativas de la iglesia han desafiado últimamente a la iglesia mundial respecto del tema de la ordenación de la mujer.
“Ustedes me están pidiendo ser profeta”, dijo Oliver, provocando la risa de los delegados. Entonces pensó por un momento, y recomendó un “equilibrio” saludable entre la sede central de la iglesia y las administraciones regionales.
“Como iglesia somos resilientes, pero tenemos que resguardar la unidad en forma apropiada”, dijo.
Tomado de ANN