jueves, 8 de marzo de 2018

Del fondo del precipicio a los brazos de Dios.


«Recuerden lo que dice: “Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como hicieron los israelitas cuando se rebelaron”». Hebreos 3: 15, NTV

CADA DÍA TOMAMOS DECISIONES, algunas son buenas y otras son malas. Durante mi adolescencia tomé la peor decisión que un ser humano puede tomar: alejarse de Dios. Como típico adolescente, me rebelé contra la iglesia y toda buena influencia en mi vida, rechazaba a todo el que intentara convencerme de que estaba actuando mal, pero Dios tenía un plan para mi vida.

En diciembre del 2006 viajé con mi mamá a Bogotá, Colombia, a comprar telas para iniciar un nuevo negocio familiar. Después de una semana de negociaciones emprendimos el viaje de regreso. Yo no tengo problemas para dormir mientras viajo, pero mi mamá estaba muy asustada porque el autobús iba muy rápido.

A las cuatro de la mañana del siguiente día el conductor se quedó dormido y el autobús con sus cuarenta y cinco ocupantes rodó por un precipicio de unos trescientos metros de profundidad. Mi mamá fue expulsada por las ventanas y aferrándose de la hierba subió hasta la carretera. Por todas partes ella escuchaba lamentos y pedidos de auxilio, pero a mí no me escuchaba. Después de las labores de rescate se supo el saldo final: veinticinco pasajeros habían perdido la vida y varios más con heridas graves.

Seis horas después del accidente, soldados del ejército colombiano lograron llegar al fondo del precipicio donde yacían los restos del vehículo. La mitad se la había llevado el río y la otra mitad quedó en la rivera. Según su informe solo habían dos sobrevivientes, un pequeño niño y yo. Saber que estuve al borde de la muerte fue un llamado que no pude resistir; tuve que caer al fondo del abismo para reconocer que solo en Dios la vida tiene sentido.

Ahora tengo el privilegio de dedicar mi vida al Dios que tantas veces rechacé y trabajo como pastor de la Iglesia Adventista. Hoy Dios te llama para que le sirvas, hoy tienes la oportunidad de abandonar el mundo y entregar tu vida a Cristo.

No endurezcas tu corazón, toma la mejor decisión que puedes tomar en tu juventud: aceptar a Jesús y caminar con él hacia la eternidad.

Yeison Montoya
Paraguay

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