Las preocupaciones.
«No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas». Mateo 6: 34, DHH
Las preocupaciones bloquean la mente y no nos permiten ver el camino de salida. Sin embargo, en Cristo encontramos libertad ante el miedo y la ansiedad; sin él los problemas de la vida nos enfermarían. El consejo del apóstol Pablo es: «Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Filipenses 4: 6). Jesús no prometió una vida fácil, pero sí prometió su presencia junto a aquellos que lo aman. Se ha dicho que las preocupaciones y la fe son incompatibles. Si la fe es firme y fuerte, no debemos preocuparnos, pero si la fe es débil, la angustia no nos ayudará en nada.
Un autor anónimo agregó: «La fe y el temor no pueden morar juntos: cuando uno entra, el otro sale. Cuando comienza la ansiedad, es el fin de la fe, pero cuando la verdadera fe comienza, termina la ansiedad». Las preocupaciones son como una mecedora: nos mantienen ocupados meciéndonos todo el tiempo, pero no nos llevan a ninguna parte. Recordemos que en el verdadero amor no hay temor (1 Juan 4: 18).
A un hombre de avanzada edad le preguntaron qué le había impedido disfrutar al máximo de su vida, y él contestó: «Cosas que nunca llegaron a suceder». La gran mayoría de las personas siempre están preocupadas por cosas que creen que van a sucederles en el futuro, pero casi todas esas cosas quizás no lleguen a ocurrir nunca. Siendo así, ¿por qué no dejamos el futuro en las manos del Señor?
La actitud es lo más importante para salir adelante. En cierta ocasión, le enviaron una carta a John Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos, preguntándole por su estado, dado que ya era anciano y estaba jubilado. Su respuesta fue que la casa donde vivía estaba casi en ruinas y el techo estaba a punto de caerse, pero agregó: «Creo que John Quincy Adams tendrá que cambiarse pronto de casa, pero a pesar de todo, está bien, muy bien». Sin duda, la actitud y la fe en Dios son claves para triunfar en Cristo Jesús.
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