Señor, muéstrame tu camino» (Salmo 27: 11).
Cada día de escuela secundaria está repleto de nueva información y de oportunidades para aprender algo, ya sean hechos históricos o cómo resolver un problema de matemáticas. Por eso algunos padres a menudo preguntan: «¿Qué aprendiste hoy en la escuela?». Saben que tienes que haber aprendido algo en alguna de todas esas clases. Pero el aula de la escuela no es el único sitio donde se aprende en la vida.
La vida en sí misma es una escuela. Cada día, Dios nos presenta ocasiones para adquirir conocimientos aunque no estemos en la escuela. Tendrás la oportunidad de aprender esos domingos aburridos que te pasas durmiendo. O cuando estás cortando el pasto. También cuando alguien va contando por ahí algo de ti que es mentira. Y cuando estés trabajando en una oficina a los treinta y cinco años, también seguirás aprendiendo. E incluso cuando estés jubilado y tomando el sol.
Cada vez que te encuentras cara a cara con una situación difícil, tienes la oportunidad de aprender. Y cada vez que aprendes, te vuelves más fuerte, más sabio y más seguro de ti mismo. Jesús dijo: «Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso» (Mateo 11: 29).
Dios nos diseñó con la capacidad de aprender. Jesús promete que estaremos en paz cuando aprendamos lo que él está tratando de enseñarnos. La vida será mejor si estamos dispuestos a aprender. Al enfrentarte a situaciones difíciles, pregúntate: «¿Qué puedo aprender de esto?».
Si alguien dice algo malo de ti, tienes la oportunidad de descubrir cómo ser amable, cómo mantener la calma. O si tus padres te están poniendo nervioso, puedes adquirir paciencia y aprender a ser cariñoso con ellos, aunque no tengas ganas. En caso de haber estropeado la relación con un amigo o haberlo traicionado, puedes aprender a disculparte y a restaurar una amistad. Perder un partido te da la oportunidad de mejorar como deportista.
La próxima vez que tus padres te pregunten qué has aprendido en la escuela, cuéntales lo que has aprendido y luego pregúntales: «¿Y qué aprendieron ustedes hoy?». Porque nadie debería dejar de aprender. La vida es una escuela. Aprende todo lo que puedas. Ponlo en práctica: Cuando te enfrentes a una situación difícil, pregúntate: «¿Qué puedo aprender de esto?». Ponlo en oración: Pídele a Dios que te ayude a tener un espíritu dispuesto a aprender.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADOLESCENTES 2018
¿Y entonces…?
Heather Quintana
Lecturas Devocionales para Adolescentes 2018
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